jueves, 6 de septiembre de 2012

La dialéctica del sexo (Shulamith Firestone)


El pasado 28 de agosto murió Shulamith Firestone que, junto a Kate Millet, fue una de las principales fundadoras teórica del feminismo radical y co-autora "La dialéctica del sexo", publicada en 1970. Murió de muerte natural a los 67 años.
La dialéctica del sexo
(Shulamith Firestone)
Como es bien sabido, el mundo está mal hecho y, si nos dieran permiso, todos quitaríamos o pondríamos algo que estorba o falta. Lo que le estorba a Shulamith Firestone en este mundo mal hecho es, por decirlo en una palabra, el útero. La función de la mujer como hembra de la especie y su protagonismo en los mecanismos de la reproducción, ésa es la causa de que este mundo no funcione bien para Shulamith Firestone. Por fortuna, todo tiene arreglo, y Firestone nos ha diseñado un mundo nuevo enteramente liberado de los contratiempos de la maternidad, una Arcadia automatizada con cadena de producción de bebés.
Shulamith Firestone hereda de Engels, a través de Simone de Beauvoir, la idea de la subyugación ancestral de la mujer y los niños (el proletariado de la familia) por el varón (el burgués). Pero no se contenta, como Engels, con atribuir esa subyugación a unas supuestas condiciones económicas surgidas en el Neolítico, sino que va mucho más lejos y deduce que la raíz de la opresión se basa en la propia configuración biológica de los sexos. Según sus propias palabras, se trata de "una opresión que se remonta más allá de todo testimonio escrito hasta penetrar en los mismísimos umbrales del reino animal". Dicho de otro modo, la naturaleza -que manda a las leonas cazar y parir y a los leones defender el territorio y fecundar- hizo mal las cosas al confiar las labores de embarazo y parto a las hembras, y el resultado ha sido la opresión de la mujer por el hombre desde mucho antes de que ambos fueran humanos, por lo que debemos invitar a los paleoantropólogos a que adopten en sus investigaciones una rigurosa perspectiva de género y nos aclaren si ya los pequeños australopitecos del Rift oprimían y sojuzgaban a sus hembras hace tres millones de años o si la cosa viene todavía de más lejos.
Ahora bien, partiendo de la afirmación de su admirada Simone de Beauvoir de que "la humanidad no es una especie animal, sino una realidad histórica", Shulamith Firestone declara que "lo 'natural' no es necesariamente un valor 'humano'" y "que no cabe justificar el mantenimiento de un sistema discriminatorio de clases sexuales basándonos en su enraizamiento en la Naturaleza". Por lo tanto, la revolución feminista radical auspiciada por Firestone tendrá como primer objetivo superar las diferencias sexuales de origen natural para  llegar a una especie de utopía comunista (más a nivel de comuna que de Estado) donde reine la más perfecta homogeneidad de funciones y comportamientos entre hombres, mujeres... y niños. En ese mundo feliz, las diferencias de edad y de fuerza física no tendrán ninguna importancia a efectos de división del trabajo, porque, en virtud de un proceso denominado "cybernation", todo el trabajo será llevado a cabo por modernas máquinas. Los seres humanos se dedicarán casi exclusivamente al ocio y al placer. 
Pero para alcanzar ese paraíso será condición indispensable suprimir antes de cuajo la fuente de toda opresión femenina e infantil: la familia. Firestone no se muerde la lengua ni ahorra vehemencias al proclamar que la familia es el gran obstáculo:
"Del mismo modo que para asegurar la eliminación de las clases económicas se necesita una revuelta de la clase inferior (el proletariado) y -mediante una dictadura temporal- la confiscación de los medios de producción, de igual modo, para asegurar la eliminación de las clases sexuales se necesita una revuelta de la clase inferior (mujeres) y la confiscación del control de la reproducción; es indispensable no sólo la plena restitución a las mujeres de la propiedad sobre sus cuerpos, sino también la confiscación (temporal) por parte de ellas del control de la fertilidad humana...  El objetivo final de la revolución feminista no debe limitarse a la eliminación de los privilegios masculinos, sino que debe alcanzar a la distinción misma de sexo; las diferencias genitales entre los seres humanos deberían pasar a ser culturalmente neutras... La reproducción de la especie a través de uno de los sexos en beneficio de ambos sería sustituida por la reproducción artificial... La división del trabajo desaparecería mediante la eliminación total del mismo (cybernation). Se destruiría así la tiranía de la familia biológica."
Delenda est familia… Engels habría bajado ese día del Olimpo para estrechar entre sus brazos paternales a tan aventajada discípula. Precisamente, Firestone se muestra convencida de que la revolución bolchevique fracasó debido a su pusilanimidad a la hora de destruir la estructura familiar, "fuente de la opresión psicológica, económica y política". Caviló Firestone: la familia es el marco de opresión de la mujer por el varón, según me tiene enseñado mi maestro; el problema es cómo llevar a cabo la destrucción de la familia, porque sin niños se acaba el mundo; ¡eureka! -exclamó-, con úteros artificiales e incubadoras; problema resuelto.
Naturalmente, antes de declarar su guerra a ultranza a la familia, Shulamith Firestone ha tomado la precaución de elaborar un modelo alternativo, a medio camino entre los socialistas utópicos del siglo XIX y las terribles experiencias comunistas del XX. Como su prioridad es crear ese sucedáneo de la familia biológica, no se da demasiados quebraderos de cabeza sobre el modelo macroeconómico o los filones o eldorados que harían viable esa sociedad en perpetuas vacaciones. ¡Qué falta hacen laboriosos cimientos ni forjados, empecemos directamente la casa por los brillos del tejado y la floritura de las fachadas!
Una vez destruida la familia y liberada la mujer de sus funciones reproductoras; una vez destruido el sistema educativo ("todas aquellas instituciones que segregan a los sexos o separan a los niños de la sociedad adulta, vgr. la escuela elemental, deben ser destruidas. ¡Abajo la escuela!") e integrados los niños en la vida social de los adultos; una vez alcanzado el estadio de polimorfismo sexual que Firestone considera natural (incluidas las relaciones sexuales entre adultos y niños y el incesto), la sociedad quedaría configurada en tres colectivos básicos: los solteros, las parejas de hecho y los grupos de convivencia.
Mientras que los solteros y las parejas de hecho son soluciones de escasa trascendencia social, es sobre todo en los grupos de convivencia donde Firestone encuentra el hogar ideal y el marco perfecto para la educación y formación de los niños.  Los grupos de convivencia estarían constituidos por un número de unos diez adultos de edades diversas. Aunque Firestone prevé una duración de 7 o 10 años –prorrogables– para cada grupo, los adultos serían libres de abandonar el grupo o incorporarse a él en cualquier momento, de forma que estas irregulares "unidades familiares" estarían sujetas a lo que Firestone considera una saludable inestabilidad, enriquecedora para los niños.  Pero, ¿qué pasaría si una madre biológica, en lugar de desprenderse de su pequeño y entregarlo a la comunidad, lo cuidase por sí misma? Es algo que habría que impedir a toda costa, dice Firestone, "a fin de que ningún niño se sienta a priori más favorecido que los demás y a fin de que los niños sean amados por sí mismos."
También cabe la situación opuesta, que las mujeres se muestren excesivamente reacias a procrear. No sería de extrañar, ya que, según Firestone, "el núcleo de la opresión femenina hay que buscarlo en sus funciones procreadoras y de crianza."  Soluciones no han de faltar, sobre todo si se ha leído a Orwell:
"Quizás exista también un instinto de suministro de cuidados al pequeño una vez nacido, pero un instinto de gestación sería superfluo; o, ¿es que la naturaleza podría oponerse al control del hombre sobre la reproducción? [...] El caso es que las mujeres no tienen ninguna obligación reproductiva concreta para con la especie. Si se muestran definitivamente reacias, será necesario desarrollar a toda prisa los métodos artificiales o, en caso extremo, proporcionar compensaciones satisfactorias... que harán que la gestación merezca pena"
Por último, Firestone nos expone las cuatro exigencias mínimas de su modelo social:
1) "la liberación de las mujeres de la tiranía de su biología reproductiva por todos los medios disponibles", propuesta bastante aceptada socialmente hasta ahora, hay que reconocerlo;
2) "la independencia económica y la autodeterminación de todos", con un reparto de las riquezas basado en los principios del marxismo;
3) "la integración total de las mujeres y los niños en el conjunto social". Para ello será necesario suprimir el concepto de infancia y reconocer plenos derechos legales, sociales y económicos a los niños, cuyas actividades educativo/laborales no se distinguirán de las de los adultos. Los niños "no serán monopolizados, sino que se repartirán libremente por toda la sociedad en beneficio de todos"; y
4) libertad sexual, amor, etc. [...]. En el modelo de sexualidad propuesto por Firestone hay un lugar privilegiado para los niños, que lo mismo pueden establecer relaciones sexuales con sus coetáneos que "elegir" a los adultos, en cuyo caso, los adultos no tienen por qué mostrar escrúpulos, ni siquiera ante las situaciones más atípicas, ya que "si el niño escogiera la relación sexual con los adultos, aun en el caso de que escogiera a su propia madre genética, no existirían razones a priori para que ésta rechazara sus insinuaciones sexuales, puesto que el tabú del incesto habría perdido su función".
Este es, a grandes rasgos, el modelo de sociedad propugnado por el llamado "feminismo radical". Un mundo sin familias, sin propiedad privada, sin escuelas... y sin niños. Un mundo en que el que todos son adultos y todos participan de una misma e indiferenciada comunidad sexual. Un mundo lúdico y feliz donde las máquinas se encargarán de hacer todos los trabajos penosos: tal vez los barcos salgan solos al mar para volver cargados de merluzas; tal vez simpáticos robots se encarguen de subir a los andamios o de bajar a las minas; tal vez el maná vuelva a llover sobre ese mundo venturoso; y tal vez otras sociedades que no hayan alcanzado ese nirvana tengan la deferencia y el buen gusto de no venir a interrumpir tanta dicha... Sin duda, nos hallamos en el mismísimo corazón del Absurdistán.
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[La dialéctica del sexo, de Shulamith Firestone se publicó por primera vez en 1973. Las citas de este artículo proceden la edición en español de 1976, Editorial Kairós, Barcelona.]

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